A veces podemos pasarnos años sin vivir en
absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.
(Oscar Wilde)
Otro
día despierta en esta jungla de asfalto a la que llamamos hogar. Ruido,
alboroto, coches evocando una sinfonía desafinada. Prisa, estrés, ansiedad,
agotamiento. Un sinfín de sentimientos negativos que cual niebla cubre todo lo
que alcanza la vista. Calles repletas de gente, deseando poner fin a esta
tortuosa existencia. Sombras de lo que un día fueron , ruinas de lo que una vez
soñaron.
El
repartidor se deshace de los periódicos en el quiosco de la esquina. La
panadera hornea y dora ese tan preciado alimento compuesto de amarillo trigo.
La llegada de la vecina al parque es anunciada con sonoros ladridos de su fiel
can. Un lugar cualquiera, de una ciudad cualquiera, de un tiempo cualquiera.
Un
señor camina apresurado, sorteando todo obstáculo que aparece delante. Nada le
aparta de su camino, de su sino. Su
gabardina gris y su sombrero negro puestos sobre su recio cuerpo, pasan
desapercibidos en una urbe falta de color. En su arrugada tez, se pueden leer
infinitas anécdotas propias de la edad. Ojos negros como una noche sin luna,
empapan su cara de cierto halo de misterio. Su mente, no deja de dar vueltas a
una idea, a un plan que llevaba maquinando desde antaño, que había visualizado
una y otra vez. Pero, ¿hoy sería el día?, ¿hoy seria capaz de hacerlo?, ¿haría
frente a sus miedos en post de una vida mejor o menos mala?.
Se
detiene. Había llegado a su destino. Un café lounge ambientado en la época de
los setenta que conoció casualmente ya hace algunas estaciones. ¿Pero que le
empujaba a ir allí cada día, a la misma hora?. ¿A sentarse en el mismo rincón
de siempre con la mirada perdida en esa gran puerta de entrada?. ¿Qué espera?.
Una
elegante señora de unas cinco décadas de edad entra en el local. Ojos verdes
primavera, piel oscura color canela, pelo negro azabache. Ella era el color en
una foto de en blanco y negro, la sal de cualquier comida hecha en casa, la
alegría de una fiesta improvisada. Ella…ella era la persona de la cual aquel hombre
estaba locamente enamorado. Pero, ¿por qué hoy iba a ser diferente?, ¿por qué
apartaría la cobardía de su camino y abrazaría al valor con más fuerza que
nunca?, ¿por qué hoy querría cumplir aquel sueño que tanto había anhelado?.
Pues
porque su tiempo se agotaba. Cada hora, cada minuto, cada segundo que pasaba,
le acercaban más y más a un sueño eterno. Una enfermedad incurable golpeaba su
corazón una y otra vez con la fuerza de un huracán. Pero hoy no. Hoy, dejaría
al lado todo rastro de dolor, por ella. Hoy, se aferraría a la vida con más
fuerza que nunca. Hoy, no moriría, hoy, lucharía. Sin mediar palabra, se acerca
a la tímida señora que estaba sentada a escasos metros de él. Sus temblorosas
piernas comienzan un baile a ritmo de piano y violín. Se postra detrás de ella.
El temblor se ha ido, el miedo se ha desvanecido, es el momento.
-
Disculpe,
señora.
-
Se
que esto que le voy a decir es una autentica locura. Usted no me conoce así
como yo tampoco la conozco. ¿O si?. No se donde vive, pero se que le encantan
los animales por su forma de mirar aquella pecera. No se como se llama, pero se
que le encantan los días lluviosos por su forma de sonreír en invierno. No se a
que se dedica, pero se que pasa mucho tiempo sola por como escucha las
conversaciones de los otros clientes. No se nada de usted pero siento que la
conozco de toda la vida. Solo, solo quería decirle que estoy loco por usted.
Que vengo a este bar cada día, con la intención de verla unos minutos. Que todo
lo que me empuja a seguir adelante, lo que me hace levantarme cada mañana de la
cama, es ver su bello rostro. Oler su dulce perfume. Cautivarme con su forma de
observar el mundo. Se que no la conozco. Se, que no me conoce pero…¿me haría el
favor de dejarme besarla?
El mundo se detiene. Solo estaba aquella
pareja uno frente a otro. Sus miradas se fusionan en una eterna reciprocidad.
Nada vale ya, nada importa. De repente, sin mediar palabra la dama se incorpora
impetuosa. Su único anhelo, su única ansia, es besar esos antiguos labios. Un
beso inmortaliza el momento cual cuadro pintado a base de brocha y alma. Un
beso que duraría para siempre.
No
entendía como aquel hombre había tardado tanto tiempo en confesarle ese sentimiento
que tan gratamente compartía con él. Ella se moría por hablar con ese hombre.
Pero las dudas mataban esas ganas de conocerlo. Las dudas ahogaban esas ganas
de tocarlo, las dudas…Las dudas ya han desparecido.
Me encantó el relato, es realmente triste que la gente de los pasos más importante de su vida más tarde que antes.
ResponderEliminarCreo en el CARPE DIEM sin duda.
Un beso :) May R Ayamonte∞
Aunque tardes en dar los pasos, dalos. No te arrepientas nunca, de algo que no has hecho.
ResponderEliminarGracias May.
Me ha encantado la frase con la que abres esta entrada. Hay veces que parece que hemos estado ciegos y sordos ante los momentos hasta que alguien llega, te quita la venda de los ojos y te susurra al oído lo mucho que vales.
ResponderEliminarNo sé cómo no me he pasado por tu blog antes. Eres grande, chico.
Un saludo desde http://retales-de-mis-noches-de-insomnio.blogspot.com.es/
Nacemos sordo y ciegos. Unos se curan viendo más alla, sintiendo que algo no encaja, simplemente siendo curiosos. Otros evocan feliz ignorancia y justo antes de sus últimos días es cuando se arrepienten de no "haber vivido". La pregunta es de que grupos somos nosotros?.
ResponderEliminarGracias Marisa.