Mama, te echo de menos.


         
Mi madre fue la mujer más bella que jamás conocí. Todo lo que soy, se lo debo a mi madre. Atribuyo todos mis éxitos en esta vida a la enseñanza moral, intelectual y física que recibí de ella.

(George Washington)

     





           Otro día, es devorado con prisa por la dantesca y oscura noche. Una colmena de luces artificiales brota en la ciudadela, como una flor en los primeros días de primavera. Coches enclaustrándose, puertas cerrándose, heridas cicatrizándose.
,Un pequeño y oscuro piso en el centro de la ciudad, alberga dos almas en pena. Un hombre sin sueño alguno, sin rastro ya de raciocinio, se postra en un viejo y mohoso sofá gris, en un antiguo comedor. Un castillo de latas de cerveza yace junto a él. Perpetuo, eterno. Otra noche de culpa. Otra noche de olvido.
            En la cocina, una joven muchacha se rebate entre la pena y la rabia. Jaurías de lagrimas, cabalgan por su cara, mientras engulle un gran trozo de tarta de chocolate, que había comprado  no hace mucho, en el supermercado de la esquina. Cada bocado la alejan más y más de la realidad. Todos los problemas con su padre, todos los insultos y peleas del colegio, todos los recuerdo de antaño, se convertían en efímeras sensaciones, cuando jalaba cual perro cualquier cosa que se pudiera meter a la boca. Una sensación de fatal éxtasis, recorre su obeso cuerpo mientras come. El sonido de un anuncio de pastillas adelgazantes, en aquella sucia televisión, ponía banda sonora a tan descarnada escena. ¿Pero que la empujaba a comer, sin apetito alguno?. ¿Qué le pasaba por la cabeza cuando vomitaba debido a los empachos?. ¿Por qué había cambiado su alegre sonrisa, por dañina melancolía? ¿Cuál era la causa del rencor hacia su padre?.  ¿Dónde estaba su madre?. 
            Todo comenzó, una bochornosa tarde del mes de julio. Cada viernes, cuando el sol comenzaba a ponerse el pijama, los tres miembros familiares salían a correr por el parque, para quitarse esos molestos michelines que tan vivamente lucían en la playa, los fines de semana. Hoy el padre no había podido asistir a su deportiva cita, por un grave error que uno de los becarios de su empresa había cometido.
Salieron de casa las damas, engalanadas con sus apuestos chándales Nike.
-       Mama, hoy paso de sudar que no me apetece estar aquí.
-       Ains!, desde que ha empezado el instituto mi bebe, ya no quiere estar conmigo.
-       No es eso, pero ya soy mayor. Y deja de llamarme bebe.
-       Para mi siempre serás mi bebe.
Poco la poco el manto de la noche cubría el paisaje. Cada zancada, cada galopada, cada paso que daban, les acercaba a su fatal destino.
-       Mama, que tal si nos vamos ya?. Apenas se ve.
-       Venga bebe, un poco más. Tras el túnel hay luz .
Una dulce y cálida risa, acabaría con el silencio del lugar. Esta seria las última vez que vería a su madre sonreír.

Maldita guerra, maldito yo.





Qué injusta, qué maldita, qué cabrona la muerte, que no nos mata a nosotros sino a los que amamos.

(Carlos Fuentes)


        







        El manto de la noche ha envuelto de oscuridad la ciudad. Un bosque de luces ha florecido, conforme los últimos rayos de luz se disipaban como gotas de agua, un caluroso día de verano. Calles desiertas, parques vacíos, ciudad sin vida. La urbe duerme sosegada. El lejano ladrido de un perro, interrumpe mi merecido descanso. Morfeo me libera de su plácida prisión. Mis ojos entreabiertos pueden leer con dificultad, en el reloj digital de la mesita de noche, que el mundo ha girado desde que fuera medianoche. 
           El eco de una respiración sacude livianamente mis oídos. Ella duerme a mi lado. Ojos negros como el carbón, piel sedosa color canela, en definitiva una diosa de la que estaba locamente enamorado. Unas palabras desafortunadas antes de acostarnos habían borrado cualquier rastro de felicidad de su cara. Seria la ultima vez que hablaría con ella. El sueño, poco a poco, me estaba ganando la partida de nuevo. De repente, estridentes sirenas comenzaron a sonar anunciando que algo malo se acercaba. El cielo se torno rojo fuego. La pacifica y calmada noche se violento con el sonido de los gritos y las bombas. Poderosos hombres que apenas conocía y se encontraban a kilómetros, habían decidido que era mejor aniquilar la tan apreciada paz. Nos incorporamos con la furia que solo la adrenalina produce. Nos preguntamos que pasaba, si estábamos en un sueño o peor, en una pesadilla. Las explosiones cada vez mas cercanas anunciaban el final de todo cuanto conocíamos, el final de nuestro viaje. Tenia que despedirme de ella. Tenia que decirle que era lo mejor que me había pasado jamás. Tenia que decirle que todas las banales discusiones, eran solo un grano de arena en el desierto que habíamos creado juntos. Tenia que darle el beso más sincero de mi vida. Tenia que.... Ya estaban aquí. Era el fin. El techo se derrumbo sobre nosotros como mis esperanzas de vivir, como mis ganas de morir. La explosión revienta todo cuanto había conseguido con años de arduo trabajo. Facturas, crisis, peleas, fidelidad, amor. Ya todo daba igual. Íbamos a morir.

Carpe diem.



A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.
(Oscar Wilde)
           
           






              Otro día despierta en esta jungla de asfalto a la que llamamos hogar. Ruido, alboroto, coches evocando una sinfonía desafinada. Prisa, estrés, ansiedad, agotamiento. Un sinfín de sentimientos negativos que cual niebla cubre todo lo que alcanza la vista. Calles repletas de gente, deseando poner fin a esta tortuosa existencia. Sombras de lo que un día fueron , ruinas de lo que una vez soñaron.
            El repartidor se deshace de los periódicos en el quiosco de la esquina. La panadera hornea y dora ese tan preciado alimento compuesto de amarillo trigo. La llegada de la vecina al parque es anunciada con sonoros ladridos de su fiel can. Un lugar cualquiera, de una ciudad cualquiera, de un tiempo cualquiera.
            Un señor camina apresurado, sorteando todo obstáculo que aparece delante. Nada le aparta de su camino, de su sino.  Su gabardina gris y su sombrero negro puestos sobre su recio cuerpo, pasan desapercibidos en una urbe falta de color. En su arrugada tez, se pueden leer infinitas anécdotas propias de la edad. Ojos negros como una noche sin luna, empapan su cara de cierto halo de misterio. Su mente, no deja de dar vueltas a una idea, a un plan que llevaba maquinando desde antaño, que había visualizado una y otra vez. Pero, ¿hoy sería el día?, ¿hoy seria capaz de hacerlo?, ¿haría frente a sus miedos en post de una vida mejor o menos mala?.
            Se detiene. Había llegado a su destino. Un café lounge ambientado en la época de los setenta que conoció casualmente ya hace algunas estaciones. ¿Pero que le empujaba a ir allí cada día, a la misma hora?. ¿A sentarse en el mismo rincón de siempre con la mirada perdida en esa gran puerta de entrada?.  ¿Qué espera?.
            Una elegante señora de unas cinco décadas de edad entra en el local. Ojos verdes primavera, piel oscura color canela, pelo negro azabache. Ella era el color en una foto de en blanco y negro, la sal de cualquier comida hecha en casa, la alegría de una fiesta improvisada. Ella…ella era la persona de la cual aquel hombre estaba locamente enamorado. Pero, ¿por qué hoy iba a ser diferente?, ¿por qué apartaría la cobardía de su camino y abrazaría al valor con más fuerza que nunca?, ¿por qué hoy querría cumplir aquel sueño que tanto había anhelado?.
            Pues porque su tiempo se agotaba. Cada hora, cada minuto, cada segundo que pasaba, le acercaban más y más a un sueño eterno. Una enfermedad incurable golpeaba su corazón una y otra vez con la fuerza de un huracán. Pero hoy no. Hoy, dejaría al lado todo rastro de dolor, por ella. Hoy, se aferraría a la vida con más fuerza que nunca. Hoy, no moriría, hoy, lucharía. Sin mediar palabra, se acerca a la tímida señora que estaba sentada a escasos metros de él. Sus temblorosas piernas comienzan un baile a ritmo de piano y violín. Se postra detrás de ella. El temblor se ha ido, el miedo se ha desvanecido, es el momento.
-       Disculpe, señora.
-       Si?

Sufrir. ¿Por que?.



Hay tantas cosas para gozar y nuestro paso por la tierra es tan corto, que sufrir es una pérdida de tiempo. Tenemos para gozar la nieve del invierno y las flores de la primavera.
(Facundo Cabral)

                         





                 ¿Cuando comenzamos a hacernos daño?. ¿Cuando las miradas y las caricias se tornaron llantos y lloros?. ¿Cuando dejaste de cuidarme, de mirar si me gustaba, de intentar no lastimarme?. Me haces mucho daño, pero te sigo queriendo con todo mi corazón, ¿es suficiente?. ¿No deberíamos estar en una burbuja indomable, indestructible en la que la única forma de medir el tiempo es contando los besos que nos damos?. ¿Porque es tan difícil si nos amamos?. ¿El amor con el que construimos este barco en el que navegamos, es lo suficientemente resistente como para no hundirse con los azotes de las tormentas que nosotros mismos creamos?. No. La idea de perderte me atormenta. Mi cabeza se llena de pensamientos tristes si pienso que esto ha acabado. Daría mi vida por volver a comenzar. La primera vez que nos miramos, esa primera sonrisa cómplice que me dijo que te gustaba. La primera cita, que puso fecha al inicio de un cuento de hadas. La primera vez que hicimos el amor con la llama de una vela como único testigo. La primera vez que cocine eso que tanto te gustaba y aunque quemado comiste con esa alegría que tantas veces me ha animado en esos grises días de invierno. La primera vez que me viste llorar, frágil, débil, no dijiste nada, solo me abrazaste con tal fuerza, que sentí como los latidos de tu corazón, se aceleraban cada vez que una lágrima se despedía de mi alma. La primera vez que me llamaste por ese cariñoso mote que nunca se borraría de tus labios. La primera vez que dijimos te quiero, esa dos palabras que tanto nos costaron decir por miedo a no ser correspondido, que tanto significan. En definitiva daría mi vida por esa primera y única vez que he amado.) Pero es imposible. No podemos vivir del recuerdo, ser la sombra de lo que un día fuimos. Esto hace tiempo que finalizo. Solo quiero que sepas y te lo digo desde lo mas profundo de mi corazón que aunque te diga adiós para siempre, siempre pensare en ti. 


Año nuevo, vida nueva.




Cuando menos lo esperamos, la vida nos coloca delante un desafío que pone a prueba nuestro coraje y nuestra voluntad de cambio.
(Paulo Coelho)
          




          Nuevas promesas por cumplir, viejos propósitos sucumbidos en el olvido y un sin fin de deseos que probablemente no se queden en más que eso, deseos.
            Este año parecía que iba a ser como todos. Una mesa repleta de comida, villancicos que cual banda sonora pone música a este cuento, familiares por doquier riendo, gritando y cantando, él sentado junto a ella como desde hace lustros hacia, en definitiva una de tantas otras veladas de nochevieja.
            Un dejavú recorría su cuerpo. Pero, algo era diferente, algo no encajaba. Había algo que ensombrecía toda alegría, que oscurecía esas luces del árbol de navidad que con surreal brillo iluminaban la sala, algo que crecía dentro de ella, algo que se alejaba de todo festejo, de todo afecto agradable.. Un infinito sentimiento de tristeza había crecido en su interior desde hacia meses. Ya no era feliz con aquel hombre que un día amó con todo su alma. Sí, le quería con todo su corazón, pero ese agradable sensación llamada amor, esa llamita que rezumaba no hacia tanto en su pecho, se había desvanecido como todo recuerdo de aquella ideal pareja.
            ¿Pero porque le estaba sucediendo eso?. Ella que antaño hubiera hecho cualquier cosa por él,  que no hace tanto quería pasar el resto de su vida junto a ese hombre, ella que se odia por no amarlo, cuyo único deseo para el año nuevo es el de salir corriendo y comenzar una nueva vida.
            La cena se acababa, el nuevo año se aproximaba, la pena aumentaba. Otro periodo comenzaría, las misma gente , la misma rutina, el mismo hombre. Pero este año seria diferente, quería cambiar el plan, adentrarse en un mundo nuevo lleno de posibilidades, lleno de oportunidades, y lo quería hacer sola. Era el momento, todo lo deseado, todo lo soñado, todo lo querido, estaba a punto de cambiar como la hoja del calendario.
1o segundos para el nuevo año, pero que voy ha hacer sola, se preguntaba una y otra vez.
9 segundos, siempre he estado con él, quítatelo de la cabeza.
8 segundos, estoy aterrada.
7 segundos, no puedo hacerlo.
6 segundo, me va a ir mal, no está bien, después de tanto tiempo juntos.
5 segundos, pero y si….
4 segundos, puedo hacerlo, se repetía una y otra vez, creyéndoselo de verdad .
3 segundos, sí, sí, sí lo haré, yo puedo.
2 segundos, comenzare de nuevo, quiero cambiar mi vida…
1 segundo, cariño, lo siento, adiós.
            Con una breve pero intensa despedida ella salió corriendo en busca de lo desconocido. Él, que con gran pesar ya se imaginaba como acabaría este cuento solo pudo pronunciar dos palabras, las más sinceras de su vida. FELIZ VIDA.