Un día triste.





Es tan corto el amor y tan largo el olvido

(Pablo Neruda)

                   

                      

                Hoy el día se despertó triste y húmedo. El tono grisáceo que inunda todo cuanto abarca la vista, se jacta del mundo con altivez y prepotencia. Arboles sin color, calles sin vida, un corazón sin amor. Las nubes lloran la ausencia del sol. Se preguntan sin cesar donde estará, si habrán hecho algo mal, si estaría cabreado. La única respuesta que consiguen son los radicales azotes propiciados por el viento que las zarandea como si quisiera lastimarlas. Un muchacho observa la cruel estampa por su ventana. Una atrevida lágrima cabalga por su mejilla presta, sin rumbo fijo. El chico tumbado en su cama esta abatido, destrozado. Como un castillo de naipes que tras innumerables derrumbes ha perdido toda esperanza de ser reconstruido de nuevo. En su cabeza solo tiene una idea, un pensamiento, una verdad absoluta, solo la tenia a ELLA. Poco a poco su mente comenzaba a ensombrecer su busto, a difuminar su cuerpo, a ennegrecer su alma. No entendía porque tuvo que hacerla tanto daño. Ella era buena. Reía, soñaba, cantaba, jugaba cuando era feliz. Ya no lo era. Cualquier ápice de felicidad se había desvanecido como cualquier promesa de amor que aquel niño le hubo conjurado algún día. Ahora solo era una caricatura de lo que antaño fue, un rayo de luz que se desvanecía en la profunda oscuridad. Todo por no controlar sus impulsos. Todo por soltar a la bestia que yacía bajo el abrazo de Morfeo. Todo por un instante. Todo por una eternidad. El la había fallado como nunca. El la había perdido para siempre.

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