Pesadilla real.

         


Puedes olvidar a aquél con el que has reído pero no a aquél con el que has llorado.

(Khalil Gibrán)
       

       

       Pesadillas que te despiertan en mitad de la noche. Pesadillas que perturban tu existencia hasta límites inauditos. Pesadillas insaciables, inmutables, eternas. Pesadillas devoradoras de sueños. Pesadillas que no dicen nada y lo dicen todo. Pesadillas que un día, de la noche a la mañana, se tornan reales.
            Y así comenzó su historia, con un mal sueño. Empapado en sudor y arrepentimiento, se despertó de nuevo. Pero esta vez no era como otras. El calor que solo da yacer con la persona amada, había desaparecido. Las infinitas caricias con las que se obsequiaban antes de dormir, habían huido. Los besos de buenas noches que se regalaban en el lecho, habían caducado. Esas sensaciones de no estar solo, de tener a alguien a su lado, habían caído en un pozo del que jamás saldrían.
            Se levantó de su sucia jaula. Su cuarto era más oscuro y frio que de costumbre. En su móvil ningún mensaje de cariño. Ninguna llamada perdida de esas que recuerdan que tienes a alguien velando por ti.
            Se dirigió al baño. Su rutina diaria de sentarse durante horas en la taza para leer algún libro de Neruda, de Bécquer, de Benedetti se había transformado en tediosa. Frente al espejo se miró durante minutos que parecieron horas, días, vidas completas. Se preguntaba una y otra vez quien había sido y como de algún modo continuaría siendo. Sus ojos ya no brillaban con el verdor que los caracterizaban. Se habían vuelto negros como una noche sin luna, como un día nublado, como una historia sin nada que contar. Habían dejado de observar aquel mundo que un día amó, para solo mirar.
La ducha que tantas veces le sirvió en el pasado para limpiar su cuerpo y su alma ya no tenia sentido. Fría era la sensación de aquellos chorros en su cuerpo. Gélida la esponja que tantas veces habían usado en sus juegos sexuales. El champú que otrora le hubiera recordado el olor del cabello de su amada, había perdido toda su esencia.
            El trabajo rutinario le esperaba. Pero para qué ir a él se preguntaba. Ya no necesitaba el dinero. Ese que en otra época con arduo esfuerzo habría ganado. Cenas, viajes, hoteles, regalos, cines… todas esos elementos y acciones que forman parte de tener pareja, habían desaparecido.
            Un angosto y largo camino recorrió para volver a su cuarto. Se metió a la cama. Cerró los ojos. Otra pesadilla.

4 comentarios:

  1. Hola Cristian, he leído este relato y me gusta la atmósfera que has creado en él. Esta sensación de vacío cuando se pierde al ser amado y muchas cosas dejan de tener sentido.

    Haces una disección en tu relato de ese estado que va muy ad hoc con el título del blog, un desencuentro existencial ante las contingencias de la existencia misma.

    Saludos, ya nos seguiremos encontrando con estos tópicos porque ambos buscamos en ellos: los sueños y las pesadillas.

    Un abrazo.

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  2. Bienvenido de nuevo. Y que el brillo de las palabras llene de luz tus sueños, y de sueños los vacíos...

    Salud-os.

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  3. Es precioso y a la vez tan triste y cierto!!

    un besazo

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  4. A veces atormenta más la realidad que la pesadilla que se sueña. A veces, enfrentando esa realidad se es más feliz que en los sueños. Vivir es continuar, entre sueños y tormentas, compañías y soledades.
    Un abrazo.

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